Si Lennon no
hubiera sido asesinado, hubiera cumplido 77 años. Y aunque el hubiera no
existe, podemos dejar a la curiosidad cómo pudo haber sido su comportamiento
ante la situación actual del planeta. A lo mejor, por su conocido carácter
pacifista, hubiera sido un ferviente crítico de la guerra de Irak, o hubiera
apoyado como ninguno al movimiento antinuclear, tal vez hubiera sido expulsado
por el gobierno de Estados Unidos por estar en contra de Donald Trump, o hubiera
organizado un concierto para Black Lives Matters.
No lo sabremos
nunca, pero tenemos su repertorio, que sirve para las próximas generaciones,
como himnos y cantos para la construcción de una sociedad con más besos y menos
fusiles. Aunque Lennon no es un filósofo político con una teoría exorbitante
estudiada en las universidades, fue desde la música un crítico del poder.
Cuando cantaba: But when you talk about
destruction, don’t you know that you can
count me out, era porque sabía que la violencia era
autoritarismo sin importar el bando político donde se ejerciera, no era poca
cosa decir eso, en un mundo donde se vivía en la bipolaridad por la Guerra
Fría.
Con la
efervescencia de los años setenta, Lennon paso de ser el chico de la boy band, a ser parte del
elenco de protestas. Se hizo amigo de las Panteras Negras, financió mítines
para los radicales, y fue crítico de la guerra de Vietnam. No tomado enserio
por quedarse en cama con Yoko Ono, como una forma de boicot en protesta a la
guerra. Lennon, en su manera de desobedecer cívicamente, fue no sólo criticado
por los conservadores, sino también por la izquierda clásica de los comunistas,
porque sin duda era ridículo. Ese era su objetivo, ridiculizar al poder.
A los últimos años
de su vida, Lennon y Ono, crearon una utopía conceptual, parecida a la de Imagine en su departamento de Nueva York. No tenía
fronteras, no tenía líderes, no existían religiones, sólo gente; pero como no
había registros, la población era desconocida, su bandera era blanco como la de
la paz o la tregua. Era una sátira política, una manera de burlar el poder
desde una teoría de lo absurdo.
Lennon no estudió
filosofía ni ciencias políticas, pero desde la inspiración artística satirizó,
burló, y contrapesó el poder de los poderosos, su método no eran las armas,
sino los versos. Lo suyo no era la toma del poder, era la toma de la cultura.
¿Quién sabe? A la mejor alguna vez leyó a Gramsci.
Hoy el ex Beatle,
nos puede servir no solo para hacer bed-ins, también para hacer de la protesta,
una creación original, no de manera leninista, sino ‘’lennonista’'.
Jordan Castro
@simiomarino
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