viernes, 27 de octubre de 2017

De calaveras, marcas y disfraces.

De calaveras, marcas y disfraces

Nota: Quiero aclarar que no me adhiero a una postura nacionalista que afirme que existen esencias de la mexicanidad o bien, que existe algo tal como la naturaleza estadounidense. Sé que toda cultura es heterogénea y diversa. La diferenciación entre cultura mexicana, cultura española, cultura prehispánica y cultura estadounidense es con fines analíticos y prácticos.

   A unas semanas de los dos primeros días de noviembre, restaurantes, mercados y escuelas comienzan a sacar los adornos de Día de muertos. Reforma se llena de calaveras y flores de cempasúchil y en las casas y en los locales se comienza a poner ofrendas impresionantes. En esta ocasión los adornos de Día de muertos no vienen solos, y es que en los últimos años se ha ido gestado poco a poco una revoltura de catrinas y fiestas de disfraces, de convivios en las escuelas con pan de muerto y telarañas artificiales o mercados locales típicos vendiendo calaveras de azúcar y brujitas de chocolate. Es decir: estamos presenciando, cada vez con más solidez, un sincretismo cultural entre la tradición del Halloween y el Día de Muertos.
    Contrario a lo que muchos de los anti haloweenistas piensan, yo me declaro incompetente de antemano para combatir la influencia de esta tradición extranjera en las tradiciones mexicanas. No sólo dudo considerarlo pertinente, sino que además, desarticular elementos culturales arraigados  muchas veces es un caso perdido. Lo que definitivamente reconozco es que no simpatizo con la adopción del Halloween en México, y si bien considero banal la batalla en contra de ésta, al contrario, creo que explicar por qué no me adhiero a su adopción sí es una ganancia.
    Considero innecesario exponer los orígenes del Día de muertos y explicar por qué es tan importante en la cultura mexicana, ya que no creo que la presencia de una tradición extranjera esté (en este caso) desplazando a la tradición originaria ni creo que le esté restando importancia. Más bien me gustaría explicar dónde tiene su origen mi antipatía, y eso es en las causas del sincretismo.
     Mi disgusto con la adopción de esta tradición dista mucho de que el Halloween sea una tradición extranjera. El carácter foráneo por sí mismo no es un argumento suficiente, y además, mucha gente sostiene que tradiciones como la Navidad o algunos elementos del mismo Día de muertos son otra adaptación de tradiciones cristianas y europeas, y sin profundizar mucho, esa afirmación es cierta.
   Es importante matizar esto último ya que a México y a Hispanoamérica no lo podemos entender como una región exclusivamente de tradiciones autóctonas. La cultura mexicana e hispanoamericana actual nació como un auténtico mestizaje racial, cultural y lingüístico, donde el mestizaje y el sincretismo es la cultura misma.
   Ahora bien: dicha cultura fue producto de una cruel y duradera colonización. Si dicho sincretismo tuvo los resultados actuales se debe meramente a que la imposición de la colonización española no triunfó del todo frente a la culturas originarias de América, y éstas tuvieron que encontrar nuevas y complejas maneras de sobrevivir, dando como resultado a híbridos como la vírgen Tonantzin Guadalupe (clara combinación del catolicisimo y una religión prehispánica), los particulares festejos navideños como “La Rama” o las posadas, así como el lenguaje (que combina el castellano con palabras de origen indígena) o como la comida (basada en productos originarios de América, Europa y muchos otros de Asia o África). Y es que los imperios inevitablemente producen intercambios y aportaciones recíprocas, pero siempre es una sola de las dos partes la que recibe más beneficios y la que finalmente se impone sobre la otra. El intercambio es desigual y los sincretismos son inevitables.
     Partiendo de esta explicación y viviendo en un país más que consolidado como mestizo, me resulta difícil tachar el sincretismo de la cultura española con la prehispánica como buena o mala, pero escribiendo desde mi presente y marcada por un contexto de otro tipo de imperialismo que ha afectado tanto a mi país como al resto del mundo ante mis propios ojos, ¿cómo debo juzgar las consecuencias culturales que surgen de su imposición?
     Aunque hablar del “imperio yanqui” suena a un lugar común y a veces hasta a una postura dogmática, peca de acrítico el que niegue el carácter imperial de nuestro vecino del norte [1], quien se impone económica, política y culturalmente frente a los demás países, sobre todo a los del mundo occidental y más aún a los que tiene cerca, como México.
     Si bien es cierto que la mayor parte los productos consumimos son estadounidenses y que la desproporcionada cantidad de cine y televisión norteamericana que vemos frente a la de otras naciones no pasa por las armas antes de pasar por nosotros, existen otras maneras de imponer la cultura, por ejemplo, monopolizándola. Cuando la mayoría de la industria cinematográfica que consumimos pertenece a  Estados Unidos, es porque no hay de dónde escoger; cuando el estereotipo principal en los medios son actores y actrices estadounidenses (muy lejanos al fenotipo latino) son lo único que se considera bello, es porque no hay de dónde escoger; cuando se cambia de canal y hay que elegir entre Drake y Josh o Friends, no hay de dónde escoger; cuando la industria musical promociona a Ariana Grande o a Foo Fighters, no hay de dónde escoger. Es decir que, la hegemonía política y económica es un pase directo a  la hegemonía cultural e ideológica y esta es otra forma de imposición.
    Siendo Estados Unidos y Europa (pero sobre todo Estados Unidos) nuestros únicos referentes, del mismo modo son nuestras únicas aspiraciones, por lo que se empiezan a dar fenómenos como la de toda una generación con nombres anglosajones (Jennifer, Bryan, Scarlett), programas o películas mexicanas dirigidas ad hoc al estilo gringo (como la CQ o “No manches, Frida”) o  la sustitución de palabras en español por otras en inglés que se podrían traducir perfectamente a nuestro idioma (firendzone, fuck, BFF).
    Aún no sé exactamente si el Halloween en México se adopta por imitación o por imposición de su presencia en los medios de comunicación (justo en fechas similares a nuestros festejos de día de muertos) pero de lo que estoy segura es de que la causa (o sea, el imperialismo y el discurso cultural hegemónico) es abrumadora. Quizá deberíamos cuestionar algunas de nuestras costumbres.
    Por otro lado, cuando la industria cinematográfica de Hollywood volteó a ver el Día de Muertos no pudo evitar pasarlo por el cristal de lo exótico, lo folclórico y lo pintoresco, retratando una costumbre muy alejada de la realidad en la cinta  007:Spectre, en la que el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera,  posteriormente se basó para la idea del desfile de Día de Muertos, el cual se llevó a cabo en la CDMX. El caso de Mancera y el desfile es ilustrativo, porque hasta donde sé, en la Ciudad de México jamás se había llevado a cabo un desfile para celebrar esa festividad. Por un lado, le damos gusto a los turistas para que no se vayan a decepcionar cuando vengan y no encuentren lo que Hollywood les dijo que verían, y por otro lado, Mancera tiene un elemento más para promover la marca CDMX (que ya hasta tiene logotipo). Cuando se llevó a cabo el desfile organizado por el gobierno de la Ciudad nos volvimos cómplices de una tradición inventada en el cine, y además, de un cine en el que ni siquiera cabe la visión de nuestro país sobre nosotros mismos.
      El peligro de la visión hegemónica en la cultura es que siempre es incompleta y siempre terminará por reproducir estereotipos del menos empoderado, pero el verdadero problema en el caso de México es que dicha  mirada hegemónica se reproduce en el imaginario colectivo de la misma sociedad que está siendo caricaturizada y peor aún, es la sociedad mexicana la que legitima un discurso totalmente  erróneo y desinteresado por su cultura, que es deformada para mercantilizarse.
     Ahora viene en camino la película Coco, que aunque anuncie la participación de mexicanos en su producción,  es probable que nuevamente traiga consigo una visión externa de las costumbres de nuestro país. Seguramente la película cubrirá la mayor parte de las funciones de las salas mexicanas (tomando ventaja frente a las producciones locales) y entonces tendremos una vez más una versión folclorizada de un país al que sólo le interesa vernos a través de sí mismo. Quizá el próximo año decoremos nuestras ofrendas con papel picado fabricado por Pixar.

Cecilia Mv

Referencias:
Doy crédito a la profesora Matilde Souto Mantecón de la FFyL por la definición de imperialismo que utilicé en mi nota al pie.




[1] Entendiendo como imperio a una forma de gobierno que desde una posición hegemónica se impone sobre grandes extensiones territoriales y afecta la soberanía de otros gobiernos a través de la coerción, que puede ser económica, política o por la fuerza. Un imperio puede ser formal o informal.

lunes, 23 de octubre de 2017

En defensa de Cataluña

En días pasados, la crisis política alrededor de la comunidad catalana se ha profundizado. El gobierno central español, encabezado por el Partido Popular en manos de Mariano Rajoy, y a la sombra del Rey, ha adoptado una estrategia agresiva de intimidación. Ante las amenazas de aplicación del artículo 155 de la Constitución Española de 1978, el govern del independentista Carles Puigdemont podría ser desconocido de un momento para otro.

El artículo 155, dota de un poder excepcional al Gobierno de España para defender el "interés general" frente a los intereses particulares de las autonomías:

"Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general."

Por supuesto, Bruselas respalda la decisión del Consejo de Ministros, constatando la legalidad constitucional de la intervención. El debate en torno a la legalidad de las medidas pactadas por el PP, el PSOE y Ciudadanos, desde mi punto de vista, es irrelevante mientras que el Tribunal Constitucional no se pronuncie de manera definitiva. Lo que se encuentra en juego, en realidad, es la legitimidad misma de las leyes e instituciones españolas, que aún cargan con los restos de la dictadura franquista.

La adopción del parlamentarismo permitió la apertura política a sectores de la sociedad que habían sido desestimados. Sin embargo, la transición democrática de fondo quedó inconclusa, estableciendo un sistema elitista y minoritario. Más allá de la influencia jurídica de las Leyes Fundamentales del Reino en la tradición legal española, la permanencia de una estructura desigual y asimétrica en la toma de decisiones ha sido característica del desarrollo en el campo electoral.

Desde esta perspectiva, la cuestión de Cataluña no se reduce al afán independentista del Partido Demócrata Europeo Catalán —y se encuentra cercanamente relacionada al movimiento nacionalista vasco—. El problema Catalán es un problema colonialista, que pone en evidencia la herencia imperialista de un gobierno español forjado en las fauces de una dictadura fascista que, hasta nuestros días, sigue impregnando a las instituciones y leyes monárquicas.

Claro, en un país gobernado por una monarquía —sea o no constitucional—, es imposible esperar un verdadero régimen democrático y popular, o un simple respeto a los principios del diálogo y la negociación política. La crisis ideológica española no se termina en la discusión sobre la libre determinación de los pueblos; se extiende hasta la realidad de un pueblo oprimido por la tradición monárquico-fascista conservadora, que distribuye la participación política como un privilegio exclusivo para las minorías.

Ahora, me resulta sorprendente encontrarme con tal polarización de la opinión pública. Basta con navegar por las redes sociales para verificar la cantidad de opiniones encontradas al respecto. Desde aquellos que defienden la permanencia catalana y la intervención del Gobierno basándose en un criterio positivo de legalidad, hasta aquellos mismos que niegan la legitimidad del govern para emprender tal acto revolucionario.

Es por ello que, en breves palabras, pretendo responder a aquellos que defienden la opresión y autoritarismo del gobierno conservador y retrógrada que dirige a nuestra nación hermana; y que pretende conservar los territorios catalanes y vascos a cualquier costo.

En primer lugar, apelo a la exposición magistral de Ferdinand Lassalle en 1862. Todo estudioso del derecho y las ciencias sociales, presupongo, estará familiarizado con los preceptos teóricos de ¿Qué es una constitución?. Sin lugar a dudas, Lassalle llega a la demostración sobre la importancia de los factores reales de poder en la formulación de la norma constitucional. La ley, entonces, no es un aparato normativo-ético que pueda identificarse con la moralidad y la legitimidad de la justicia. Por el contrario, el texto constitucional es una manifestación de los intereses y relaciones de los legisladores, que a su vez responden a distintos poderes fácticos dentro de las sociedades.

Así, resulta insuficiente argumentar en contra de la separación catalana basándose únicamente en su ilegalidad. Innumerable cantidad de revoluciones y movimientos sociales, que llevaron a la construcción de los Derechos Humanos y la libertad individual —valores ahora incuestionables—, fueron en su momento transgresiones a las normas positivas de un régimen opresor. La misma Hannah Arendt, en Eichman en Jerusalén, se ocupa del debate en torno a la legalidad del régimen nazi, y su confusión con la legitimidad.

En segundo lugar, y me gustaría ahora retomar la obra de Thomas Payne, la tradición histórica y constitucional no es suficiente para justificar un contrato social. En su Common sense —que irónicamente sigue sin ser common sense—, Payne defiende la independencia de las Trece Colonias reconociendo que ninguna generación posee el derecho de someter a sus sucesores a un régimen monárquico o a sujeción de cualquier tipo. Los legisladores actuales y pasados no tienen el derecho de desaparecer la libertad de aquellos que aún no han nacido ni han sido representados. Es, por tanto, imposible que cualquier cuerpo colegiado decida, permanentemente, someter a un pueblo al despotismo de la dependencia.

Los ciudadanos catalanes tienen todo el derecho de decidir por sí mismos su pertenencia a la unión española, en cualquier punto de la historia.  A pesar de la hermandad que compartió Cataluña con las otras comunidades españolas, las transgresiones del Gobierno han dañado para siempre la relación recíproca de confianza y solidaridad. Como diría Milton: "Jamás la verdadera reconciliación puede crecer allí donde las heridas de odio mortal han penetrado tan hondamente".

Lo mejor es la separación; la independencia y la libertad.

Rodrigo Salas
@Saur_tafly

miércoles, 11 de octubre de 2017

Lennon y la sátira del poder

Si Lennon no hubiera sido asesinado, hubiera cumplido 77 años. Y aunque el hubiera no existe, podemos dejar a la curiosidad cómo pudo haber sido su comportamiento ante la situación actual del planeta. A lo mejor, por su conocido carácter pacifista, hubiera sido un ferviente crítico de la guerra de Irak, o hubiera apoyado como ninguno al movimiento antinuclear, tal vez hubiera sido expulsado por el gobierno de Estados Unidos por estar en contra de Donald Trump, o hubiera organizado un concierto para Black Lives Matters.

No lo sabremos nunca, pero tenemos su repertorio, que sirve para las próximas generaciones, como himnos y cantos para la construcción de una sociedad con más besos y menos fusiles. Aunque Lennon no es un filósofo político con una teoría exorbitante estudiada en las universidades, fue desde la música un crítico del poder. Cuando cantaba: But when you talk about destruction, don’t you know that you can count me out, era porque sabía que la violencia era autoritarismo sin importar el bando político donde se ejerciera, no era poca cosa decir eso, en un mundo donde se vivía en la bipolaridad por la Guerra Fría.

Con la efervescencia de los años setenta, Lennon paso de ser el chico de la boy band, a ser parte del elenco de protestas. Se hizo amigo de las Panteras Negras, financió mítines para los radicales, y fue crítico de la guerra de Vietnam. No tomado enserio por quedarse en cama con Yoko Ono, como una forma de boicot en protesta a la guerra. Lennon, en su manera de desobedecer cívicamente, fue no sólo criticado por los conservadores, sino también por la izquierda clásica de los comunistas, porque sin duda era ridículo. Ese era su objetivo, ridiculizar al poder.

A los últimos años de su vida, Lennon y Ono, crearon una utopía conceptual, parecida a la de  Imagine en su departamento de Nueva York. No tenía fronteras, no tenía líderes, no existían religiones, sólo gente; pero como no había registros, la población era desconocida, su bandera era blanco como la de la paz o la tregua. Era una sátira política, una manera de burlar el poder desde una teoría de lo absurdo.

Lennon no estudió filosofía ni ciencias políticas, pero desde la inspiración artística satirizó, burló, y contrapesó el poder de los poderosos, su método no eran las armas, sino los versos. Lo suyo no era la toma del poder, era la toma de la cultura. ¿Quién sabe? A la mejor alguna vez leyó a Gramsci.


Hoy el ex Beatle, nos puede servir no solo para hacer bed-ins, también para hacer de la protesta, una creación original, no de manera leninista, sino ‘’lennonista’'.

Jordan Castro
@simiomarino

jueves, 5 de octubre de 2017

La educación para los que saben


Cada año miles de jóvenes compiten por obtener un lugar en las mejores universidades de este país. Pese a los esfuerzos de las máximas casas de estudios en ampliar su cupo, el número de aspirantes siempre rebasa sus intentos de no dejar a nadie fuera. Así, miles de aspirantes realizan exámenes, miles se quedan y otros miles (muchos más miles) quedan fuera. 
Este fenómeno que expuse en términos muy esquemáticos ha traído consecuencias de todo tipo, pero una particularmente interesante es la del movimiento de los rechazados. 
Cuando surgió este movimiento mis contactos no paraban de compartir un video del simpatiquísimo y crítico Chumel Torres. En el video, Chumel, con tono burlón, decía: "¿universidad? ¡Ni que fueran Einstein!". ¿Cómo se atreven a exigir educación con sus exámenes de menos de 50 aciertos? Esas personas, en sus palabras, le deberían estar preparando un café late. Chumel, prácticamente sin darle peso alpapel del Estado, decía en pocas palabras que si no eres listo, obtienes lo que te mereces: una escuela mediocre y una "mala vida", sirviéndole a gente como él.
   Ya que cada vez encuentro más opiniones como las de Chumel y ya que el tema del movimiento de los rechazados anda en boca de todos cada año, el propósito de este artículo es dar mi opinión sobre esta problemática, y de paso, contradecir argumentos similares a los de Chumel, como los mencionados anteriormente.

   Para empezar, por muy obvio que pueda resultar, es importante señalar desde qué lógica parte el discurso que responsabiliza únicamente a los aspirantes por no ser aceptados en la universidad, o sea, la idea de que para recibir buena educación existe una competencia justa en la que ganan los listos. Si hago énfasis en esta idea es para empezar a contradecirla, pues deberíamos preguntarnos si los aspirantes se enfrentan a una competencia realmente justa, si la educación debería estar condicionada por un examen y si dicho examen de ingreso es capaz de demostrar la inteligencia y las habilidades de los jóvenes. 
  Una cosa es cierta: las escuelas de educación superior y media superior de calidad existentes en México son pocas, y sí, no todos los aspirantes caben, pero ¿de quién es la culpa de que no toda la población juvenil tenga espacio? ¿de la UNAM? ¿del Poli? O como Chumel Torres insinúa, ¿del esfuerzo de los propios aspirantes? 
Como dije antes, las universidades públicas más importantes de este país han ampliado año con año el cupo en sus instituciones, pero llega un punto en el que no sólo es imposible darle espacio a toda la juventud mexicana que aspira a una carrera, sino que ya no es responsabilidad de las universidades hacerlo. El verdadero responsable en este país de construir escuelas que impartan educación pública y de calidad es el Estado mexicano. No la UNAM, no la UAM, no el Poli ni las universidades autónomas de los estados del país. Ante este panorama las autoridades han decidido delegarle informalmente su responsabilidad a las Universidades, y mientras, dar paso a la iniciativa privada, tanto a escuelas de alto prestigio (y muy caras) como la UP, el Tec de Monterrey, la Ibero o La Salle; como a las llamadas “escuelas patito”. 
Así mismo, está de más decir que la educación básica que imparte la SEP no es suficiente para garantizar los conocimientos requeridos al finalizar los niveles educativos, entonces así se abre otro canal a la iniciativa privada con los famosos cursos de preparación de ingreso o de regularización. 
Sacando a relucir esto espero que quede claro que hay un factor importante que está influyendo un poco más que el conocimiento: el factor económico. En términos generales es simple: el estado imparte educación de mala calidad, se llega poco preparado a un examen en el que participa gente que pudo haber recibido mejor educación por un privilegio (posiblemente económico), luego, si se tiene el privilegio económico se acude a un curso privado. El curso no garantiza la entrada a la Universidad y el esfuerzo extraordinario que uno pueda hacer partiendo de la desventaja, tampoco. El factor económico es determinante.
    Dicho lo anterior, queda claro que la competencia no es del todo justa, y si bien es cierto que los reclamos de los "rechazados" deberían dirigirse principalmente al Estado responsable de garantizar la educación de calidad, también es cierto que casi ninguna universidad opta por volver más inclusivos y justos sus concursos de ingreso, si no que ponen como filtro exámenes de opción múltiple que revelan poco sobre las capacidades de los aspirantes, son confusos y no dan oportunidad de destacar las diversas aptitudes y formas de aprender existentes. En ese sentido, también es legítimo el reclamo a las universidades.
   Prueba de lo poco explicativo e indicador que es el examen de ingreso, es la crisis interna de las universidades. Yo, como estudiante universitaria, soy testigo de las deficiencias con las que llegamos a la carrera: hay una pésima comprensión lectora, pésimas habilidades de redacción, pésimo conocimiento general, pésima capacidad de exponer e investigar, pésimo, pésimo todo. Además, es bien sabido que muchos estudiantes abandonan la carrera por indecisión o por necesidad de trabajar. ¿A qué quiero llegar con esto? A que el examen que pasamos no es un filtro efectivo que sólo permita el ingreso a los estudiantes que son la excepción, como el mito de que "se quedan los listos" pretende sostener. Las profundas fallas del sistema educativo mexicano nos acompañan a todos en toda nuestra vida escolar, y el papel del estado y de las universidades ante eso debería ser ofrecer más apoyo e impartir más y mejor educación, en lugar de excluir a los afectados por las deficiencias sistemáticas. La deserción por la necesidad de trabajar es prueba de que el contexto del país también es un factor determinante que impide realizar estudios de manera satisfactoria...¿de verdad el esfuerzo de los estudiantes y aspirantes basta?

   No creo que la educación en México deba estar asegurada según el desempeño que se tiene en una competencia, creo que más bien es una garantía individual.
Es innecesario remitirme al artículo tercero de la constitución y recordarles que en este país, hasta donde sabemos, la educación debería ser pública y gratuita, pero señalo esto porque es importante ver cómo la crítica al movimiento de rechazados parte de un discurso meritocrático (muchas veces falso, pues como dije arriba, la competencia es injusta y en consecuencia la obtención del mérito también) y pareciera que ser "tonto" es el pretexto para no tener derecho a cursar una carrera en una buena universidad, cuando la realidad es que la educación en este país es un privilegio, independientemente de lo inteligente que se sea. 

Por último, aún exigiendo mejor educación para todos, quizá deberíamos dejar de santificar a la Universidad. Los oficios son tan útiles y valiosos como las profesiones, y tienen detrás de sí un conocimiento tan amplio y especializado como muchas carreras universitarias. Chumel está siendo clasista al decir que la gente que no estudia una carrera debería estarle preparando un late, porque asume que la gente con un oficio gana menos que los que tienen una profesión, y que por lo mismo deberían de servirle. Cuando escucho que el motivo de ingresar a la Universidad es "sacar adelante a la familia" o "ser mejor persona" o escucho "¡estudia! ¿Acaso quieres terminar de barrendero?" me doy cuenta de que nosotros también estamos siendo clasistas, porque partimos de la misma lógica que mencioné, porque pensamos que el conocimiento sólo está en la academia y que eso nos puede dar mejor status social o nos vuelve superiores a otros.
 La realidad no es un mundo donde los oficios le sirvan a las profesiones, sino que es una suerte de servicios recíprocos, donde todos colaboran en la sociedad y todos tienen un papel útil y fundamental, donde la situación económica es tan inestable que una carrera no garantiza más dinero ni mejor calidad de vida y si fuera así, no deberíamos permitirlo.
Si la convicción lleva a los jóvenes a estudiar una carrera, apoyémoslos, pero que no sea una presión social clasista la que los oriente, pues si no, el propósito mismo de la educación está perdido.

Cecilia Mv

miércoles, 4 de octubre de 2017

Cataluña, o del ocaso español.

"el llamado referéndum será una caricatura de consulta, írrita a la legalidad, sin censo de votantes, ni urnas autorizadas, ni compromisarios, ni padrones electorales, con un porcentaje mínimo de participantes y sólo independentistas, es decir, el monólogo patético de una minoría ciega y sorda a la racionalidad, pues, según las encuestas, por lo menos dos tercios de los catalanes admiten que el referéndum carece de validez legal".
Mario Vargas Llosa, Périodico El País, "la hora cero" 1/10/17

Inusitadamente los tiempos de parsimonia terminaron, el ocaso de una democracia ya era evidente. La jornada del primero de octubre en Cataluña fue clave para entender que algo no olía bien, que ya estaba podrido. Y aunque forjado de tiempo atrás, parecía que el separatismo aquél día fortuitamente triunfaba.
Y la duda emergió, se habló entonces de un nacionalismo al que  Vargas Llosa definiría el último día de septiembre, como ‘‘uno de los peores enemigos que tiene la libertad’’[1]y también de separatismo, al que le apostaban los catalanes.
Horas más tarde una disputa política (y territorial) se aproximaba, era el presidente Mariano Rajoy responsabilizando a Cataluña de ‘’burlarse de la democracia’’[2], lo cual hacía eco del inminente cénit de la repulsa de cara a los fingidos actos de poder.
Y el revanchismo político llegó, las horas de violencia se tornaban cada vez peores y por momentos imparables, como dijera el New York Times ‘‘era el tipo de violencia que la Unión Europea usualmente condena de manera enfática e incluso considera castigar’’[3]. Para entonces, el mundo ya se enteraba de una España profundamente dividida donde el corazón de Cataluña ya se alejaba, por lo menos dos pasos del diálogo y se aproximaba (en la incertidumbre) a la independencia.
Encima de la hazaña policial, la inconformidad y la dubitación crecían, pasado el mediodía del 2 de octubre, Barcelona era protagonista de un nuevo encontronazo, esta vez se reunían universitarios para pedir la aplicación del referéndum y contra la violencia policiaca. ¿Las consecuencias? Todavía estaban por verse.
A la postre, pareciera que el mundo es de dos bandos, casi que se trata de buenos y malos; donde se cuestiona la voluntad política y la represión que sobremanera salió de toda razón y dio vuelco al de por sí frágil diálogo para una posible reforma constitucional, que eventualmente otorgue protección jurídica a las decisiones por consensos sociales en donde la participación y el diálogo sean ejes rectores, es decir, que las propuestas fueren vinculantes.
Y si quedaba duda de la tormenta de otoño, en la madrugada del 2 de octubre en las antípodas de España y al otro lado de la frontera al norte, bastarían poco más de ocho minutos para que Las Vegas se mancharan de sangre. Mandalay Bay, el hotel donde se habría de alojar Stephen Craig, ya pasaba a la historia de la desilusión humana y el terror más allá de la infamia. Y no era para menos, 59 muertos y poco más de 500 heridos caían uno a uno alcanzados por las ráfagas lanzadas desde una habitación del establecimiento, que por cierto, ya  preveía un acalorado debate por lo asequible de obtener un arma.
Entonces, el tiempo habló, el presidente Trump guardaría un silencio (diría la Proclama insurreccional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz) bastante parecido a la estupidez, y es que no era extraño, suele ser más fácil callar que tocar intereses.
La precipitada semana ya era nota y también debate, eran tiempos del caos, escuché decir en algún sitio y no era difícil saber por qué. Hoy toca colocarnos a la altura de las circunstancias en un mundo surrealista, donde la globalización obliga a ver más allá de nuestras fronteras a pesar de nuestros incontables problemas.

POSDATA
Agradezco la oportunidad de escribir esta columna, y espero en lo sucesivo concurra a la pluralidad de la opinión desde esta trinchera.
                    Por 
Irving Pérez R.

[1] Recomiendo revisar la columna del escritor Mario Vargas Llosa en https://elpais.com/elpais/2017/09/29/opinion/1506690046_114565.html
[2] La cobertura de los sucesos en Cataluña para entonces ya era bastante generosa, al respecto revisar https://www.clarin.com/mundo/mariano-rajoy-hoy-realizado-referendum-independentista-cataluna_0_S1ZlU2Ci-.html
[3] Aquél 2 de octubre, el influyente periódico daba ciertos pormenores de la jornada, al respecto se recomienda leer https://www.nytimes.com/es/2017/10/02/referendum-cataluna-union-europea-separatismo/