jueves, 5 de octubre de 2017

La educación para los que saben


Cada año miles de jóvenes compiten por obtener un lugar en las mejores universidades de este país. Pese a los esfuerzos de las máximas casas de estudios en ampliar su cupo, el número de aspirantes siempre rebasa sus intentos de no dejar a nadie fuera. Así, miles de aspirantes realizan exámenes, miles se quedan y otros miles (muchos más miles) quedan fuera. 
Este fenómeno que expuse en términos muy esquemáticos ha traído consecuencias de todo tipo, pero una particularmente interesante es la del movimiento de los rechazados. 
Cuando surgió este movimiento mis contactos no paraban de compartir un video del simpatiquísimo y crítico Chumel Torres. En el video, Chumel, con tono burlón, decía: "¿universidad? ¡Ni que fueran Einstein!". ¿Cómo se atreven a exigir educación con sus exámenes de menos de 50 aciertos? Esas personas, en sus palabras, le deberían estar preparando un café late. Chumel, prácticamente sin darle peso alpapel del Estado, decía en pocas palabras que si no eres listo, obtienes lo que te mereces: una escuela mediocre y una "mala vida", sirviéndole a gente como él.
   Ya que cada vez encuentro más opiniones como las de Chumel y ya que el tema del movimiento de los rechazados anda en boca de todos cada año, el propósito de este artículo es dar mi opinión sobre esta problemática, y de paso, contradecir argumentos similares a los de Chumel, como los mencionados anteriormente.

   Para empezar, por muy obvio que pueda resultar, es importante señalar desde qué lógica parte el discurso que responsabiliza únicamente a los aspirantes por no ser aceptados en la universidad, o sea, la idea de que para recibir buena educación existe una competencia justa en la que ganan los listos. Si hago énfasis en esta idea es para empezar a contradecirla, pues deberíamos preguntarnos si los aspirantes se enfrentan a una competencia realmente justa, si la educación debería estar condicionada por un examen y si dicho examen de ingreso es capaz de demostrar la inteligencia y las habilidades de los jóvenes. 
  Una cosa es cierta: las escuelas de educación superior y media superior de calidad existentes en México son pocas, y sí, no todos los aspirantes caben, pero ¿de quién es la culpa de que no toda la población juvenil tenga espacio? ¿de la UNAM? ¿del Poli? O como Chumel Torres insinúa, ¿del esfuerzo de los propios aspirantes? 
Como dije antes, las universidades públicas más importantes de este país han ampliado año con año el cupo en sus instituciones, pero llega un punto en el que no sólo es imposible darle espacio a toda la juventud mexicana que aspira a una carrera, sino que ya no es responsabilidad de las universidades hacerlo. El verdadero responsable en este país de construir escuelas que impartan educación pública y de calidad es el Estado mexicano. No la UNAM, no la UAM, no el Poli ni las universidades autónomas de los estados del país. Ante este panorama las autoridades han decidido delegarle informalmente su responsabilidad a las Universidades, y mientras, dar paso a la iniciativa privada, tanto a escuelas de alto prestigio (y muy caras) como la UP, el Tec de Monterrey, la Ibero o La Salle; como a las llamadas “escuelas patito”. 
Así mismo, está de más decir que la educación básica que imparte la SEP no es suficiente para garantizar los conocimientos requeridos al finalizar los niveles educativos, entonces así se abre otro canal a la iniciativa privada con los famosos cursos de preparación de ingreso o de regularización. 
Sacando a relucir esto espero que quede claro que hay un factor importante que está influyendo un poco más que el conocimiento: el factor económico. En términos generales es simple: el estado imparte educación de mala calidad, se llega poco preparado a un examen en el que participa gente que pudo haber recibido mejor educación por un privilegio (posiblemente económico), luego, si se tiene el privilegio económico se acude a un curso privado. El curso no garantiza la entrada a la Universidad y el esfuerzo extraordinario que uno pueda hacer partiendo de la desventaja, tampoco. El factor económico es determinante.
    Dicho lo anterior, queda claro que la competencia no es del todo justa, y si bien es cierto que los reclamos de los "rechazados" deberían dirigirse principalmente al Estado responsable de garantizar la educación de calidad, también es cierto que casi ninguna universidad opta por volver más inclusivos y justos sus concursos de ingreso, si no que ponen como filtro exámenes de opción múltiple que revelan poco sobre las capacidades de los aspirantes, son confusos y no dan oportunidad de destacar las diversas aptitudes y formas de aprender existentes. En ese sentido, también es legítimo el reclamo a las universidades.
   Prueba de lo poco explicativo e indicador que es el examen de ingreso, es la crisis interna de las universidades. Yo, como estudiante universitaria, soy testigo de las deficiencias con las que llegamos a la carrera: hay una pésima comprensión lectora, pésimas habilidades de redacción, pésimo conocimiento general, pésima capacidad de exponer e investigar, pésimo, pésimo todo. Además, es bien sabido que muchos estudiantes abandonan la carrera por indecisión o por necesidad de trabajar. ¿A qué quiero llegar con esto? A que el examen que pasamos no es un filtro efectivo que sólo permita el ingreso a los estudiantes que son la excepción, como el mito de que "se quedan los listos" pretende sostener. Las profundas fallas del sistema educativo mexicano nos acompañan a todos en toda nuestra vida escolar, y el papel del estado y de las universidades ante eso debería ser ofrecer más apoyo e impartir más y mejor educación, en lugar de excluir a los afectados por las deficiencias sistemáticas. La deserción por la necesidad de trabajar es prueba de que el contexto del país también es un factor determinante que impide realizar estudios de manera satisfactoria...¿de verdad el esfuerzo de los estudiantes y aspirantes basta?

   No creo que la educación en México deba estar asegurada según el desempeño que se tiene en una competencia, creo que más bien es una garantía individual.
Es innecesario remitirme al artículo tercero de la constitución y recordarles que en este país, hasta donde sabemos, la educación debería ser pública y gratuita, pero señalo esto porque es importante ver cómo la crítica al movimiento de rechazados parte de un discurso meritocrático (muchas veces falso, pues como dije arriba, la competencia es injusta y en consecuencia la obtención del mérito también) y pareciera que ser "tonto" es el pretexto para no tener derecho a cursar una carrera en una buena universidad, cuando la realidad es que la educación en este país es un privilegio, independientemente de lo inteligente que se sea. 

Por último, aún exigiendo mejor educación para todos, quizá deberíamos dejar de santificar a la Universidad. Los oficios son tan útiles y valiosos como las profesiones, y tienen detrás de sí un conocimiento tan amplio y especializado como muchas carreras universitarias. Chumel está siendo clasista al decir que la gente que no estudia una carrera debería estarle preparando un late, porque asume que la gente con un oficio gana menos que los que tienen una profesión, y que por lo mismo deberían de servirle. Cuando escucho que el motivo de ingresar a la Universidad es "sacar adelante a la familia" o "ser mejor persona" o escucho "¡estudia! ¿Acaso quieres terminar de barrendero?" me doy cuenta de que nosotros también estamos siendo clasistas, porque partimos de la misma lógica que mencioné, porque pensamos que el conocimiento sólo está en la academia y que eso nos puede dar mejor status social o nos vuelve superiores a otros.
 La realidad no es un mundo donde los oficios le sirvan a las profesiones, sino que es una suerte de servicios recíprocos, donde todos colaboran en la sociedad y todos tienen un papel útil y fundamental, donde la situación económica es tan inestable que una carrera no garantiza más dinero ni mejor calidad de vida y si fuera así, no deberíamos permitirlo.
Si la convicción lleva a los jóvenes a estudiar una carrera, apoyémoslos, pero que no sea una presión social clasista la que los oriente, pues si no, el propósito mismo de la educación está perdido.

Cecilia Mv

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