Cada año miles de jóvenes compiten por
obtener un lugar en las mejores universidades de este país. Pese a los
esfuerzos de las máximas casas de estudios en ampliar su cupo, el número
de aspirantes siempre rebasa sus intentos de
no dejar a nadie fuera. Así, miles de aspirantes realizan exámenes,
miles se quedan y otros miles (muchos más miles) quedan fuera.
Este fenómeno que expuse en términos muy
esquemáticos ha traído consecuencias de todo tipo, pero una
particularmente interesante es la del movimiento de los rechazados.
Cuando surgió este movimiento mis contactos
no paraban de compartir un video del simpatiquísimo y crítico Chumel
Torres. En el video, Chumel, con tono burlón, decía: "¿universidad? ¡Ni
que fueran Einstein!". ¿Cómo se atreven a exigir
educación con sus exámenes de menos de 50 aciertos? Esas personas, en
sus palabras, le deberían estar preparando un café late. Chumel,
prácticamente sin darle peso alpapel del Estado, decía en pocas palabras
que si no eres listo, obtienes lo que te mereces:
una escuela mediocre y una "mala vida", sirviéndole a gente como él.
Ya que cada vez encuentro más opiniones
como las de Chumel y ya que el tema del movimiento de los rechazados
anda en boca de todos cada año, el propósito de este artículo es dar mi
opinión sobre esta problemática, y de paso,
contradecir argumentos similares a los de Chumel, como los mencionados
anteriormente.
Para empezar, por muy obvio que pueda
resultar, es importante señalar desde qué lógica parte el discurso que
responsabiliza únicamente a los aspirantes por no ser aceptados en la
universidad, o sea, la idea de que para recibir
buena educación existe una competencia justa en la que ganan los
listos. Si hago énfasis en esta idea es para empezar a contradecirla,
pues deberíamos preguntarnos si los aspirantes se enfrentan a una
competencia realmente justa, si la educación debería estar
condicionada por un examen y si dicho examen de ingreso es capaz de
demostrar la inteligencia y las habilidades de los jóvenes.
Una cosa es cierta: las escuelas de
educación superior y media superior de calidad existentes en México son
pocas, y sí, no todos los aspirantes caben, pero ¿de quién es la culpa
de que no toda la población juvenil tenga espacio?
¿de la UNAM? ¿del Poli? O como Chumel Torres insinúa, ¿del esfuerzo de
los propios aspirantes?
Como dije antes, las universidades públicas
más importantes de este país han ampliado año con año el cupo en sus
instituciones, pero llega un punto en el que no sólo es imposible darle
espacio a toda la juventud mexicana que aspira
a una carrera, sino que ya no es responsabilidad de las universidades
hacerlo. El verdadero responsable en este país de construir escuelas que
impartan educación pública y de calidad es el Estado mexicano. No la
UNAM, no la UAM, no el Poli ni las universidades
autónomas de los estados del país. Ante este panorama las autoridades
han decidido delegarle informalmente su responsabilidad a las
Universidades, y mientras, dar paso a la iniciativa privada, tanto a
escuelas de alto prestigio (y muy caras) como la UP, el
Tec de Monterrey, la Ibero o La Salle; como a las llamadas “escuelas
patito”.
Así mismo, está de más decir que la educación
básica que imparte la SEP no es suficiente para garantizar los
conocimientos requeridos al finalizar los niveles educativos, entonces
así se abre otro canal a la iniciativa privada con
los famosos cursos de preparación de ingreso o de regularización.
Sacando a relucir esto espero que quede claro
que hay un factor importante que está influyendo un poco más que el
conocimiento: el factor económico. En términos generales es simple: el
estado imparte educación de mala calidad, se
llega poco preparado a un examen en el que participa gente que pudo
haber recibido mejor educación por un privilegio (posiblemente
económico), luego, si se tiene el privilegio económico se acude a un
curso privado. El curso no garantiza la entrada a la Universidad
y el esfuerzo extraordinario que uno pueda hacer partiendo de la
desventaja, tampoco. El factor económico es determinante.
Dicho lo anterior, queda claro que la
competencia no es del todo justa, y si bien es cierto que los reclamos
de los "rechazados" deberían dirigirse principalmente al Estado
responsable de garantizar la educación de calidad,
también es cierto que casi ninguna universidad opta por volver más
inclusivos y justos sus concursos de ingreso, si no que ponen como
filtro exámenes de opción múltiple que revelan poco sobre las
capacidades de los aspirantes, son confusos y no dan oportunidad
de destacar las diversas aptitudes y formas de aprender existentes. En
ese sentido, también es legítimo el reclamo a las universidades.
Prueba de lo poco explicativo e indicador
que es el examen de ingreso, es la crisis interna de las universidades.
Yo, como estudiante universitaria, soy testigo de las deficiencias con
las que llegamos a la carrera: hay una pésima
comprensión lectora, pésimas habilidades de redacción, pésimo
conocimiento general, pésima capacidad de exponer e investigar, pésimo,
pésimo todo. Además, es bien sabido que muchos estudiantes abandonan la
carrera por indecisión o por necesidad de trabajar.
¿A qué quiero llegar con esto? A que el examen que pasamos no es un
filtro efectivo que sólo permita el ingreso a los estudiantes que son la
excepción, como el mito de que "se quedan los listos" pretende
sostener. Las profundas fallas del sistema educativo
mexicano nos acompañan a todos en toda nuestra vida escolar, y el papel
del estado y de las universidades ante eso debería ser ofrecer más
apoyo e impartir más y mejor educación, en lugar de excluir a los
afectados por las deficiencias sistemáticas. La deserción
por la necesidad de trabajar es prueba de que el contexto del país
también es un factor determinante que impide realizar estudios de manera
satisfactoria...¿de verdad el esfuerzo de los estudiantes y aspirantes
basta?
No creo que la educación en México deba
estar asegurada según el desempeño que se tiene en una competencia, creo
que más bien es una garantía individual.
Es innecesario remitirme al artículo tercero
de la constitución y recordarles que en este país, hasta donde sabemos,
la educación debería ser pública y gratuita, pero señalo esto porque es
importante ver cómo la crítica al movimiento
de rechazados parte de un discurso meritocrático (muchas veces falso,
pues como dije arriba, la competencia es injusta y en consecuencia la
obtención del mérito también) y pareciera que ser "tonto" es el pretexto
para no tener derecho a cursar una carrera
en una buena universidad, cuando la realidad es que la educación en
este país es un privilegio, independientemente de lo inteligente que se
sea.
Por último, aún exigiendo mejor educación
para todos, quizá deberíamos dejar de santificar a la Universidad. Los
oficios son tan útiles y valiosos como las profesiones, y tienen detrás
de sí un conocimiento tan amplio y especializado
como muchas carreras universitarias. Chumel está siendo clasista al
decir que la gente que no estudia una carrera debería estarle preparando
un late, porque asume que la gente con un oficio gana menos que los que
tienen una profesión, y que por lo mismo deberían
de servirle. Cuando escucho que el motivo de ingresar a la Universidad
es "sacar adelante a la familia" o "ser mejor persona" o escucho
"¡estudia! ¿Acaso quieres terminar de barrendero?" me doy cuenta de que
nosotros también estamos siendo clasistas, porque
partimos de la misma lógica que mencioné, porque pensamos que el
conocimiento sólo está en la academia y que eso nos puede dar mejor
status social o nos vuelve superiores a otros.
La realidad no es un mundo donde los oficios
le sirvan a las profesiones, sino que es una suerte de servicios
recíprocos, donde todos colaboran en la sociedad y todos tienen un papel
útil y fundamental, donde la situación económica
es tan inestable que una carrera no garantiza más dinero ni mejor
calidad de vida y si fuera así, no deberíamos permitirlo.
Si la convicción lleva a los jóvenes a
estudiar una carrera, apoyémoslos, pero que no sea una presión social
clasista la que los oriente, pues si no, el propósito mismo de la
educación está perdido.
Cecilia Mv
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